pero yo te regalo mi desprecio.
martes, 28 de octubre de 2008
martes, 21 de octubre de 2008
Luz de la locura
... De M. sólo nos atrevemos a hablar cuando ningún extraño nos escucha, y jamás pronunciamos su nombre. En el pueblo todos saben quién lo mató, pero mientras los soldados sigan aquí, es mejor callar y no remover las cosas. La guerra terminará pronto y entonces podremos vengar su muerte...
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... De J., el hombre que mató a M., sólo nos atrevemos a hablar cuando ningún extraño nos escucha, y jamás pronunciamos su nombre. En el pueblo todos saben quienes lo mataron, pero hasta que los soldados no vuelvan, es mejor callar y no remover las cosas. Pronto habrá otra guerra y entonces podremos vengar su muerte...
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... De P. y de R., los hombres que mataron a J., el hombre que mató a M., sólo nos atrevemos a hablar cuando ningún extraño nos escucha...
miércoles, 15 de octubre de 2008
Tarde de Julio
Hace mucho calor. De las calles vacías sólo llega el zumbido apagado de los aparatos de aire acondicionado. La tarde transcurre tan despacio que parece no acabarse nunca. Desnuda y sola en la penumbra de mi habitación, boca abajo y sudorosa sobre las sábanas revueltas, hundo mi mano entre mis piernas mientras te recuerdo acariciando mi cuerpo. Y me excito y exploto y me excito y exploto de nuevo al desearte otra vez, esta noche, dentro de mi.
La Puerta del Cielo
La mujer es de mediana edad, aún guapa y viste a la moda. Con paso firme se coloca en el centro del patio de la Catedral, extiende los brazos, mira hacia arriba y comienza a girar sobre sí misma. A su alrededor se levanta un fuerte remolino que comienza a arrastrarlo todo hacia las alturas. El cielo se oscurece de repente y el tiempo parece detenerse. Un instante antes de elevarse, la mujer emite un prolongado lamento y cae al suelo desvanecida. Con un terrible rugido, la Puerta del Cielo, que había comenzado a abrirse, se cierra de nuevo mientras una repentina lluvia empapa el cuerpo que, desmadejado, yace sobre las baldosas.
El vagabundo
martes, 14 de octubre de 2008
La ejecutiva
Delgada, elegante e impecable como siempre, la mujer viste un traje de chaqueta oscuro y calza unos zapatos de tacón, ni demasiado alto ni demasiado bajo. Lleva el cabello tirante y recogido en un elaborado moño alto, que la hace muy atractiva. Sé que trabaja unos metros más arriba, en la agencia de publicidad. Todas las mañanas se para bajo mi ventana, deja su cartera de piel y su bolso de Armani apoyados en el primer escalón de la entrada y examina con genuino interés mi rosal. Pasados unos minutos, recoge de nuevo sus cosas, suspira profundamente y continúa con paso decidido su camino a la oficina.
El marinero ruso
Más Fornet
Para Miquel y Lluisa, de Can Planas, en Girona.
Él vivía en Más Fornet, la finca de los vecinos. De pequeños jugábamos al escondite entre los maizales, cazábamos insectos y corríamos tras nuestros perros... Hace años que marchó, con sus padres, a la ciudad. No se si algún día volverá, pero cada noche, antes de dormirme, lo recuerdo unos instantes. Y rezo, a ese Dios que no se siquiera si existe, para que donde quiera que se encuentre, sea feliz.
Él vivía en Más Fornet, la finca de los vecinos. De pequeños jugábamos al escondite entre los maizales, cazábamos insectos y corríamos tras nuestros perros... Hace años que marchó, con sus padres, a la ciudad. No se si algún día volverá, pero cada noche, antes de dormirme, lo recuerdo unos instantes. Y rezo, a ese Dios que no se siquiera si existe, para que donde quiera que se encuentre, sea feliz.
La calavera
Sic transit gloriae mundi
Una vez, hace mucho tiempo, esta fue mi casa. Sentada a la puerta remendaba la túnica de mi amado esposo Lucio, el pescador. Mis hijas, Plauta y Faustina, pasaban las tardes jugando en la calle esperando el regreso de su padre. Una vez fui feliz aquí, donde ahora, desconocido visitante, solo ves ruinas y desolación.
lunes, 13 de octubre de 2008
Efímera belleza
Jamás podría cambiar tu serena belleza por la de una jovencita, efímera tantas veces como la de las mariposas. Amo cada una de las arrugas de tu semblante, que me hablan de lo mucho que has vivido, lo mucho que has reído y quizás también lo mucho que has sufrido para llegar hasta aquí.
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